¿Te sientes a veces oprimido? ¿Y si se tomara el tiempo necesario para identificar la causa (o una de las causas)? Entre las más comunes, la presión relacionada con el trabajo a menudo nos persigue en la esfera personal e incluso en vacaciones.
Aunque la presión en el trabajo suele provenir de las técnicas de gestión actuales, también procede de nosotros mismos. Queremos estar a la altura, tener éxito en todo (en el trabajo, pero también en casa, de vacaciones…), en espacios de tiempo cada vez más cortos. Entonces, ¿cómo evitar sucumbir a nuestras propias exigencias, aliviar la presión y, sencillamente, vivir mejor? Nos planteamos la pregunta y aportamos algunas respuestas.

A cada cual su presión

Según Audrey Akoun e Isabelle Pailleau, cognitivo-conductista y psicóloga del trabajo respectivamente, existen tres formas de presión:

  • La primera es la presión. Viene de fuera, de los que están más cerca de nosotros, de nuestros clientes, de nuestros directivos, pero también de la situación económica, la situación medioambiental, etcétera.
  • Al estar sometidos a la presión externa, ésta acaba arraigando, lo que nos lleva a la segunda forma de presión: la presión integrada. Ésta representa las normas que nos imponemos a nosotros mismos, pero también la forma en que intentamos gestionar la presión que sentimos. Las normas que poco a poco se vuelven demasiado rígidas, incluso tiránicas, nos oprimen y nos hacen sufrir. Unas expectativas demasiado altas sobre nosotros mismos nos generan estrés y fatiga física, mental y emocional.
  • La última forma de presión es la presión proyectada, es decir, la que ejercemos sobre los demás. A veces voluntaria y a veces inconsciente, siempre conduce a un resultado perjudicial para quienes nos rodean.

La presión también ha cambiado en los últimos años, y no se experimenta de la misma manera que a principios del siglo XXe , cuando las condiciones de trabajo aún eran penosas. Lo que ha cambiado, en particular, es la noción de aislamiento. Esta es una de las principales razones del aumento de la presión en el trabajo. Con el tiempo, los empleados se han vuelto cada vez más responsables y se les valora como individuos aislados.
Lo que también ha cambiado es la tendencia a compararnos en todo y con todo… que nos viene de las redes sociales. Constantemente nos dicen que no lo hacemos tan bien como fulanito / que no tenemos tanto éxito como menganito / que no nos vamos a dejar nada, etcétera. Tanto es así que también nos presionamos a nosotros mismos para cocinar, irnos de vacaciones, hacer historias….

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    Manual para empleados bajo presión

    Hay varias señales que indican que alguien está bajo presión en el trabajo. A veces puede resultar difícil detectarlas, pero hay varios síntomas que pueden alertarnos, como señala Frédéric Fanget, psiquiatra y psicoterapeuta especializado en terapias cognitivo-conductuales, en un número de Cerveau & Psycho. He aquí algunos ejemplos:

    • Tiempo empleado en completar una tarea: una persona bajo presión en el trabajo tardará más en completar una tarea que uno de sus compañeros. ¿Cuál es la causa? La búsqueda de la perfección, sin margen para el error.
    • Una cierta indecisión: o bien se posponen las decisiones por miedo a equivocarse o, por el contrario, se toman decisiones impulsivamente, para evitar un largo proceso de reflexión.
    • Un sentido de la responsabilidad exagerado: para la persona afectada, delegar tareas resulta cada vez más complejo.
    • Sentimiento de depreciación: la sensación de ser valorado sólo cuando se realiza un trabajo perfecto, que va unida al miedo a ser evaluado de forma negativa.
    • Desajuste de objetivos: prestar más atención a la calidad de la prestación que a su finalidad.

    En definitiva, todos estos síntomas conducen al perfeccionismo llevado al extremo, lo que en última instancia nos frena en nuestro desarrollo profesional y personal.

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    Reducir el efecto olla a presión

    Sin duda tienes que trabajar en ti mismo:
    – intenta dar un paso atrás en tus propios errores: reconocerlos y mejorar, sí. Exagerar, no. –
    Conócete a ti mismo para no caer en el fracaso: pide formación, habla con tu jerarquía para evitar ciertas tareas que no son adecuadas para ti. No te asustes, ¡tienes otros puntos fuertes en los que apoyarte!
    – Rechaza compararte con modelos hipotéticos cuyos éxitos sólo conoces… Fijarse objetivos está muy bien, siempre que sean alcanzables.

    Pero hay ejercicios prácticos que le ayudarán a descomprimirse. En el trabajo, las micropausas son una forma eficaz de aliviar la presión sin ocupar demasiado tiempo. Se pueden hacer de muchas maneras. Unos ejercicios de estiramiento o de respiración, por ejemplo, son fáciles de hacer y están al alcance de todos. El yoga también es recomendable, y no requiere necesariamente una esterilla. Muchos ejercicios pueden hacerse desde la comodidad de la silla de la oficina.

    Estas micropausas también pueden ser una oportunidad para beber un gran vaso de agua, que a menudo se olvida en la rutina del día. La hidratación es esencial para una buena relajación. Salir a tomar el aire, aunque sólo sea unos minutos, también es un buen hábito para desconectar. Nuestro cerebro no tiene botón de «pausa», por eso es importante tomarse unos momentos para dejar vagar los pensamientos. Son estos momentos los que permiten explorar nuevas ideas, desarrollar las existentes o reforzar un plan para el futuro.

    Pero estar relajado en la oficina también se puede trabajar fuera de ella:
    – empezando por no presionarnos por todo: hacemos lo que podemos y si no es perfecto, qué más da,
    – estableciendo rituales, como la jardinería, el voluntariado, el bricolaje o tejer, por ejemplo. Todas estas actividades están pensadas para sacarnos del estrés diario, para evadirnos.

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    Liberarse de la presión, en el trabajo y fuera de él, significa dejar de intentar ser perfecto. En una sociedad que nos vende imágenes de perfección desde todos los ángulos, a través de la publicidad, las series de televisión, las redes sociales, etc., a veces resulta difícil aceptar que no somos «perfectos». Y, sin embargo, eso es lo que deberíamos hacer. No somos máquinas, somos hombres y mujeres.

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